Harpe à pédales
Naderman, Jean-Henri
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, el arpa vive un auge sin precedentes, impulsado sin duda por el hecho de que la propia Reina María Antonieta tocaba este instrumento. Alumna de dos de los principales arpistas de la época, Philippe-Joseph Hinner y Christian Hochbrücker, la Reina se convierte en clienta asidua de los dos artesanos del arpa parisinos más destacados: Georges Cousineau y Jean-Henri Naderman. Los dos hombres rivalizaban en el plano técnico, en su afán de perfeccionar el instrumento todavía considerado imperfecto desde el punto de vista cromático.
Originario de Westfalia, Jean-Henri Naderman se instala en París a partir de 1762. Lutier, editor y comerciante de música a partir de junio de 1773, se convierte en lutier ordinario de Madame la Dauphine y, más tarde, en lutier de la Reina. Naderman hace gala de un sentido artístico muy desarrollado que lo diferencia de sus colegas. Produce un tipo de arpa con una ornamentación esculpida, pintada, esmaltada o dorada, con un gran refinamiento, que lograría convertir este instrumento en objeto de lujo y en un elemento decorativo importante en el interior de las residencias más elegantes.
El capitel de madera, dorado de forma reiterada con distintos tonos de oro, se ha esculpido en detalle. La consola se adorna de motivos chinescos sobre fondo lacado negro y la caja de resonancia con trofeos florales, coronas de flores y paisajes.
Esta arpa se habría realizado por encargo de María Antonieta quien, según la tradición familiar, se la habría regalado a Gaspard-Joseph de Müller, coronel de la Guardia Suiza. Hasta su compra en 1929, habría permanecido en posesión de la familia de este militar.